DISEÑO DE MODA

Cuando llegué a Milán, en abril de 1975, mi único trabajo consistía en dar clases de español de 6 a 9 de la tarde. Por eso me dediqué a mandar mi curriculum a consulados hispánicos y al departamento extranjero de bancos.
Resultado: me llamó el cónsul de un país hispanoamericano para aconsejarme que no me casara con un italiano, porque suelen querer sólo a su madre, y también el director de un banco, porque nunca había conocido una española y tenía mucha curiosidad.
Mientras tanto, para pasar el tiempo y entretener la incierta espera, compré algunos ovillos de lana, agujas de calcetar y empecé a hacer jerseys a toda mecha.
En el mes de octubre ocurrieron dos milagros. Primero: un vecino de casa que era fotógrafo y había visto algunos de los jerseys que llevaba puestos, me preguntó si me animaba a hacer 50 prendas veraniegas, con ideas
desarrolladas en grupos de seis. Él las fotografiaría y se encargaría de vender los reportajes a las revistas del sector. Así me enteré de que había más de diez publicaciones, entre mensuales y semanales, dedicadas a “labores del hogar”.
Claro que dije que sí.

Segundo milagro: cuando constaté que mi armario estaba atiborrado de prendas de punto tricotadas esperando una oferta de trabajo, recordé que en el barrio de lujo había visto una tienda super que tenía en el escaparate jerseys hechos a mano y vendía la lana para copiarlos siguiendo las correspondientes instrucciones. Llamé por teléfono, diciendo que era una diseñadora española especializada en prendas tricotadas a mano. Me dieron de inmediato una cita, así que metí todo en un maletón y allí me fui a toda mecha. La propietaria (que luego supe pertenecía a una familia archinoble cuyo nombre incluso aprendimos en la escuela) miró todo, me compró todo a un precio magnífico en dinerito contante y sonante… y llamó por teléfono delante de mí a todos sus proveedores de lana presentándome como una creadora genial.
Así empezó mi carrera de diseñadora de prendas que se exhibían en las ferias del sector o llenaban las páginas de las revistas… hasta 1989, cuando la gente dejó de tricotar y las editoriales cerraron las revistas de inmediato.
Eso sí, en la buhardilla me quedaron 100 kilos de lanas magníficas que
impulsaron mi actividad artística, plasmada en los mignon, bordadosos y lanosos.


Algunos de los resultados se pueden ver en el blog Cómo divertirse calcetando.

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